EL CAMAROTE 58
Ciencia-ficción, Fantasía y Terror, Historia y Misterio...
MEMORIAS DE LA SEMANA NEGRA 2010 (I)...
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Esto de la Semana Negra es un poco difícil de explicar. La cuestión es que, en realidad, son difíciles de explicar todas las cosas que se salen de lo común, que no se ajustan a ningún esquema. Y la Semana Negra no se parece a nada que haya visto antes. Desde luego, no se trata de que hayan inventado el modo de trascender la realidad; pero resulta que la verdadera magia no consiste en eso: la verdadera magia consiste en hacer que tengamos la sensación de haberla trascendido. Eso es lo que Paco Taibo y su extraordinario equipo consiguen a la perfección. Quién no ha asistido a una y mil mesas, conferencias, tertulias... Pues a pesar de la experiencia que hayamos podido acumular, nada nos puede preparar para la alquimia de la Semana de Gijón. Nada.
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MEMORIAS DE LA SEMANA NEGRA 2010_Primer cántico:
Mi mujer y yo llegamos a Madrid antes de tiempo.
Como quiera que soy un despiste reconocido y multi-galardonado, aparecimos ante la recepción del hotel Chamartín un día antes de lo previsto. Marisa Cuyás, jefa de prensa de la Semana se explicó bien -no me cabe duda-, pero yo puse miércoles donde debía poner jueves, que es lo mío.
El recepcionista puso cara de póquer, enarcando una ceja y alargando el morro, mientras un servidor clamaba internamente a San Judas.
En esto que aparecen Cristina y Paco -Taibo- al quite, como dos consumados espadas. Y resolvieron el problema en un plis-plas.
Al rato estábamos alojados y contentos, testigos de la eficiencia de los organizadores, capaz de pasar por encima de sujetos imprevisibles como el que teclea estas líneas.
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MEMORIAS DE LA SEMANA NEGRA 2010_Segundo cántico:
Jugaba ese día -esa tarde- España contra Alemania, en los mundiales de Suráfrica. Yo marché a dejar el coche, con el que habíamos viajado desde Valencia, en lugar seguro, y cuando regresé ya estaban liados con la segunda parte del partido.
La gente estaba sentada, atentos todos a los tipos del calzón corto, cuando mi mujer -la muy puñetera-, con una expresión de malicia en el rostro, me dice:
-¿Sabes quién este amigo?
Un señor, que me daba la espalda, contemplaba el fútbol ajeno a nuestra conversación. Yo, también pendiente del televisor, le respondí un poco importunado:
-¿Quiéeen? ¿Quién es?
-La-rry-Ni-ven -repuso mi esposa con un sonsonete de rechifla, enfatizando cada sílaba.
El fútbol se detuvo en seco, mi expresión pasó de contrariado a bobo, miré las espaldas de Niven tragando saliba, y traté de ajustarme el nudo de la corbata que no llevaba... que jamás llevo.
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Aquella tarde la Selección Española envío a casita a la alemana, y Larry Niven y un servidor acabamos charlando, con Gay Haldeman como maravillosa interprete, sobre todo lo humano y buena parte de lo divino de la ciencia-ficción.
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MEMORIAS DE LA SEMANA NEGRA 2010_Tercer cántico:
El día siguiente, en compañía de Joe y Gay Haldeman, Larry Niven y David Wellington, lo dedicamos a pasear por Madrid y visitar el Museo del Prado.
David estaba muy interesado en la obra del Bosco y, ante sus tablas, analizó los detalles sumido en algo parecido a un arrebato místico.
Comimos en el restaurante del Museo, y después visitamos la exposición titulada «Turner y los Maestros», donde pudimos apreciar cuan perjudicado sale el pupilo de la comparación.
Por la tarde comenzó a chispear y, como quiera que unas horas después teníamos la presentación de la Semana en la Casa América, regresamos al hotel para descabezar un sueñecito.
Regalé a Joe, Larry y David los emblemáticos bolígrafos BIC de cuatro colores de El Camarote 58.
El boli de Larry, como contaré más adelante, desempeñó un papel protagonista en diversos actos de la Semana Negra.
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MEMORIAS DE LA SEMANA NEGRA_Cuarto cántico:
El jueves por la tarde todos a la Casa América.
La cosa iba -fue- de presentar a buena parte de los autores invitados: los que al día siguiente habríamos de tomar el Tren Negro caminito de Gijón.
Una vez en la Casa América, se hizo el corro de ritual y todos se identificaron, dando sentido al dicho aquel de «por sus obras les conoceréis»... Bueno, en realidad, más que presentarse exhibieron sus señas de identidad y sus puntos de vista, con un formato de tertulia que después proseguiría en las tardes de Gijón.
Aquella presentación fue brillantemente rematada con un refrigerio en el jardín de la Casa América.
Conocí y departí con Ian Watson, por cierto, además de reencontrarme con amigos como Javier Negrete.
Después, el grupo que ya íbamos consolidando, acabó en una hamburguesería para la cosa de afrontar la cena como Dios manda.
Un taxi nos devolvió al hotel Chamartín y no muy tarde, porque el día siguiente se preparaba madrugador y cargado de emociones.
Así es la Semana Negra y al día siguiente proseguiría.
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MEMORIAS DE LA SEMANA NEGRA_Quinto cántico:
El viernes despuntamos con el sol como quien dice. Con todo preparado desde la noche anterior, no fue muy difícil darse una ducha y bajar a desayunar cuando el comedor todavía no estaba abierto.
Un desayuno generoso para afrontar el día con buen ánimo, mientras se charlaba con éste y aquel sobre esto y aquello, para después salir escopetados a por las maletas y formar ante la puerta del hotel que enfrenta la estación de Chamartín.
Unas fotos ante el Tren Negro y... ¡al abordaje!
Elegimos el último vagón y el último vagón se convirtió en una fiesta. Lo fue durante todo el trayecto, sin asomo de desfallecimiento, y así nos fue reconocido incluso en el «A Quemarropa» de aquel día.
Durante el viaje se fueron sucediendo las entrevistas y tomas de contacto con diversos autores; pero nada pudo superar las improvisadas tertulias que tuvieron lugar en nuestro vagón, acondicionado a nuestro antojo -con baile de asientos incluido- ante la mirada divertida del personal de Renfe.
¡Qué viaje! La Semana Negra ya apuntaba maneras de «hogar» cultural en aquel vagón, sede de una improvisada convención de mentes inquietas.
No paramos hasta Mieres. Ni un puñetero segundo, palabrita del Niño Jesús.
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MEMORIAS DE LA SEMANA NEGRA 2010_Sexto cántico:
Lo de Mieres -como todo, que diablos- fue memorable.
Llegó el tren y fue recibido por la gaita y el tambor en todo su esplendor (evidente pareado ramplón carente de intencionalidad), mientras todos botábamos como críos en el recreo.
Ya habíamos hecho buena hambre, pardiez; y el estómago hablaba en gaélico, con lo que la gaita nos vino al pelo.
Y se montó el pasacalles: los de la gaita y el tambor abriendo la marcha, y las autoridades después. Poco duró la formación, porque las tripas vacías gritaron ¡rompan filas! y, adelantando a los representantes municipales y convencionales, llegamos a la cancha donde nos esperaba el ágape.
¡Y qué ágape, señoras y señores! Variado, suculento y abundante; bien regado y amable de trato. Se podría pedir más -que siempre se puede-, pero nadie lo daría.
Sin formalidades ni retóricas, que la hora era avanzada y no estaban los buches para nimiedades. Cómo de bien se lo montaron los de Mieres y, aunque breve, que buen sabor de boca nos dejaron. Tómese lo antedicho por donde se quiera.
Desandamos los pasos hasta la estación.
Nestro vagón, fiel como un buen perro, nos esperaba con la puerta abierta de par en par y nos dejamos engullir de muy buena gana.
Hala, a Gijón.
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MEMORIAS DE LA SEMANA NEGRA 2010_Séptimo cántico:
Terciada y bien la hora quinta de la tarde, expiró la caldera en la estación de cercanías de Gijón.
Todos los que allí estaban echarán a faltar la cita de un tumulto imprevisto, pero he decidido omitirlo porque nada tenía que ver con la Semana Negra, y nada sé con detalle de sus fundamentos. No están las cosas -económicamente hablando y en todo el suelo patrio- para echar cohetes. Pero ni soy el más indicado, ni lugar es este para tirar por esos andurriales.
De modo que recogimos los petates y bajamos dispuestos a ver lo que, a fuer de visto, los veteranos debían tener por trillado... ¡Quia! Ni los curtidos ni los bisoños pudieron evitar la piel de gallina, cuando la orquesta entonó apasionadamente el «Begin the beginning».
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MEMORIAS DE LA SEMANA NEGRA 2010_Octavo cántico:
Ovación cerrada para la orquesta gijonesa, y embarque en los autobuses con destino a los diferentes hoteles que se nos habían asignado.
En el hotel -majo el hotelito, por cierto, y cordial- abrimos las maletas y descansamos una hora, poco más o menos, tras lo cual vino de nuevo la guagua para llevarnos a una vieja estación, donde el Ayuntamiento de la Villa nos recibió formal y gastronómicamente hablando.
Otro espléndido tentempié para estirar la tarde, en dirección a la Semana que, a pie de playa, nos esperaba con brazos en jarras y cálida sonrisa.
Ese tiqui-taqua -tan de moda ahora, con la cosa de la Selección Española- entre la cultura y el bien comer, como pudimos comprobar en sucesivas jornadas, seña es de identidad de la Semana y el Gijón de tierra y mar, que nos recibió de mil amores.
Anduvimos de un lado para otro de aquella estación, hasta dar con un viejo tren de cercanías -madera y hierro nobles, a partes iguales-, que convertimos, acaso añorando el que nos había traído desde Madrid, en improvisado centro de operaciones y peregrinas disquisiciones.
Al cabo, y de nuevo en los autobuses, dimos con nuestros huesos, cansados pero bien dispuestos, en los terrenos de la Semana Negra: la ciudad de la cultura -estación y estacional- sobre la ciudad intemporal de cuyas aguas surge una noria.
«Ya estamos en casa -me dije-: y huele a debate, a salitre y papel, a sol y a fabes bien cocinadas»
Eso me dije y acerté.
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