EL CAMAROTE 58


EL CAMAROTE 58
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El Ritual, Adam Neville, Minotauro y la perspectiva cambiante.



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Título: El Ritual
Autor: Adam Neville
Edita: Minotauro
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Al final, digo, cuando uno ya se ha embaulado miles de libros, acaba descubriendo que, independientemente de que determinada obra nos guste más o menos o, simplemente, nos guste; cualquier novedad, tras leer sus primeras treinta páginas, puede adscribirse a una escuela determinada.
Los primeros capítulos de cualquier novela despiden un fuerte aroma que -ya digo, con el bagaje necesario-, la emparientan con la prole literaria de un selecto puñado de precursores.
Así, en lo que al terror respecta por ejemplo, tras un primer vistazo y con el necesario conocimiento de causa, puede uno decir que tal cosa huele a Poe, a Lovecraft, a Stoker, a Machen, a Campbell, a King, a Rice, a Baker… Al final, estos y otros que me he dejado en el tintero, crearon y crean algo más que obras literarias; crearon y crean referencias que otros toman como tales, y como tales siguen, cambiando detalles más o menos significativos, intentando acercarse sugerentemente al lector.
En absoluto estoy diciendo que la obra de un discípulo no pueda emular e incluso superar los éxitos del maestro, sólo digo que tales hechos son muy, muy poco habituales.
Tampoco digo que por el hecho de que una novela -una obra literaria, sea cual sea su extensión, vaya- sea manifiestamente asociable a determinada escuela, no pueda ser apasionante; porque si así fuese, cabría desestimar trabajos -incluso de los «maestros» contemporáneos- que beben descaradamente de fuentes más antiguas.
Pero es cierto que, al menos desde mi punto de vista, la tendencia al encasillamiento que provoca la saturación de referencias, convierte la lectura de muchas novelas en una disciplina y no -como debiera- en un placer.
Cuando un autor consigue hacerte llegar a la página cuarenta, a la noventa… a la puñetera página cuatrocientas, sin haber tenido tiempo ni respiro para encasillarlo, uno tiene primero la necesidad de felicitarle efusivamente, y quizá luego abofetearlo por haber puesto en cuestión nuestra habilidad «encasilladora», nuestra calidad de «expertos» en la materia. 
Este es el caso de «El Ritual», de Adam Neville, que nos presenta Minotauro: poco más de cuatrocientas páginas -creo recordar-, en las que el autor enlaza con miedos atávicos que los maestros vislumbraron y esbozaron.
La cuestión es que Neville, salta de una influencia a otra, de una frecuencia a otra, haciéndonos dejar a un lado cualquier afán encasillador. Neville hurga en heridas nunca cerradas de la memoria colectiva, forzándonos a contemplar el abismo, incluso desde el único punto de vista que, a priori, se nos antoja imposible: su fondo.
Adam Neville maneja de un modo cuando menos turbador, las presencias innominadas e incuestionables que entrevieron los maestros del género y, para redondear su obra, salta de una influencia a otra con la habilidad de un consumado funámbulo.
Así pues, lo más sensato es, paradójicamente, internarse insensátamente en el abismo de «El Ritual» y disfrutar, como buen amante del género, con la sensación de contemplar el círculo iluminado y distante de la boca del pozo… desde su húmedo, oscuro y aterrador seno.
Las amenazas más temibles no tienen nombre, ninguno somos, en realidad, lo que parecemos; y las cosas no salen, jamás, como se planean.

Andrés Rodrigo
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