EL CAMAROTE 58


EL CAMAROTE 58
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Necróparis... Cuando ni siquiera el suicido te quita de en medio.



No suelo mirar las solapas de los libros que leo. Es más, las solapas me importan un bledo.
Verán ustedes, cuando conozco personalmente al autor,  que suele ser muy a menudo -puede parecer inmodestia; pero no lo es-, no necesito que me cuenten nada de él, si no sumergirme en la lectura y poner sus dotes, una vez más, a prueba. En caso contrario, cuando se trata de un desconocido, no necesito que me introduzcan un éxito o un fracaso -en el momento de abrir el libro todo está por ver-, con paparruchas sobre lo que ha hecho o dejado de hacer.
También está el caso intermedio -el que nos ocupa-, de un autor que conozco por trabajos anteriores; pero no personalmente. Es una posibilidad cómoda, porque me ofrece una referencia como punto de partida, sin los nexos emocionales que te unen con aquellos autores que, además, son amigos.
De cualquier modo, insisto en ello, nunca leo las solapas y en todos los casos: amigos, conocidos y perfectos desconocidos; los autores tienen que revalidar sus posibles méritos.

Necróparis es la última y primera novela de Fernando Cámara.
Y es un absoluto disparate.

He de contravenir lo indicado por la Real Academia Española de la Lengua y lo establecido por los usos y costumbres de los hablantes, para defender un enfoque alternativo del término «disparate», porque el disparate de Fernando Cámara es una de las más apasionantes, delirantes e inteligentes obras, novela de lomo enjuto -ciento sesenta y pico páginas de contenido-, que han pasado por mis manos en los últimos años y, créanme, por mis manos pasan al cabo del año un número indecente de novelas.

El disparate de Cámara se engendra en un planteamiento absolutamente bajo control, doméstico y domesticado diría yo, con el que todos podemos identificarnos; y desemboca en un delirio tormentoso de experiencias irracionales, protagonizadas por un París de pesadilla. El París que fue, el que es, todos los que pueden ser o no ser en un Universo dominado por la Mecánica Cuántica y el Principio de Incertidumbre... El París de los folletos publicitarios y el de L'homme sans Visage... Todo ese peso específico, más un abanico de pesadillas relacionadas con el conflicto, con el trauma ancestral del viaje, la pérdida de lo cotidiano, la lejanía turbadora de los rostros y los decorados conocidos... Todo eso se desploma sobre una pareja que viaja a París, para dejar de ser padres y jugar a ser otra vez novios durante unos días.

Insisto: un inquietante disparate, un magnífico ejercicio sobre el alambre, sin red.
Las tinieblas espesas, dispuestas a tomar una u otra forma aterradora, las sombras que sólo aparecen cuando nos miramos al espejo, deslizándose a nuestras espaldas, sobresaltándonos sin saber porqué... o sabiéndolo; todos esos espectros necrófagos deambulan por las páginas de Necróparis o hacen el don tancredo, como maniquíes, para saltar sobre nuestros pescuezos al primer descuido.

Es, sin lugar a dudas, una obra que hay que leer. De modo que rasquense una miaja el bolsillo e intérnense en el París devastador de Fernando Cámara, de la mano de la editorial NGC Ficción, porque es, sin lugar a dudas -insisto en ello- una propuesta editorial inquietantemente atractiva.

Ah, y por cierto, después échenle un vistazo a la solapa del libro, para conocer un poco mejor a Fernando Cámara.
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