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En primer lugar, por aquello de respetar las normas y convencionalismos al uso, reciban ustedes un cordial saludo.
En segundo lugar llega el siempre difícil apartado de las disculpas.
Lo cierto es que, además de difícil, este apartado es bastante absurdo, porque este tipo de cosas, por irremediables que resulten, son imperdonables. Por fortuna, nos estamos dirigiendo a amigos -buenos amigos-, que se harán cargo -con más elegancia que nosotros talento- de la precariedad de cualquier proyecto que se sustente en un organismo público.
Cabría explicar que El Camarote 58 empezó a emitir desde los estudios de ARA La Radio (107.3 FM), en Alboraya, Valencia. Magníficos estudios para una radio pública, y magníficos el trato y la disposición de su director: Francisco Sanchís.
Tuvimos durante aquella época, todas las comodidades y la colaboración de un extraordinario equipo cuyos nombres no citaré -aparecen en el blog-, porque sería para mí muy triste dejarme a alguien en el tintero. Mi más sincero agradecimiento a todos.
La radio de Alboraya, como suele ocurrir con todas las iniciativas aparentemente culturales de los organismos públicos, resultó no ser más que una de tantas armas arrojadizas en manos de una corporación prepotente y una oposición irresponsable. Nada importaba la puñetera componente cultural del asunto; lo verdaderamente importante para los Unos era cerrarla porque la habían abierto los Otros, mientras que, para los Otros, sólo importaba gestionarla como les viniese en gana, que para eso era de ellos.
El proceso acabó con el cierre del invento, sin que ni a Unos ni a Otros, les doliese lo más mínimo sepultar aquel hermoso proyecto.
¡Toma khulthura!
Después pasamos a la radio del Ayuntamiento de Almácera (106.9 FM), cuya por entonces concejala de cultura -Raquel Plaza- también resultó un encanto de persona, dispuesta a facilitarnos la labor al máximo. Los estudios no eran tan, digamos... profesionales, pero la disponibilidad y el talante eran idénticos.
Almácera fue la sede de la AlmaCón.
La AlmaCón fue un engorro, un quebradero de cabeza y una fuente casi inagotable de satisfacciones, encuentros y reencuentros. No había medios -ni los más mínimos, créanme ustedes-, pero sí voluntad. Y ese podría ser el mejor calificativo para el evento: voluntarioso.
De la AlmaCón aprendimos muchas cosas: la más importante, quizá, que las convenciones pueden y deben -por la cuenta que les trae- independizarse de la «cosa» pública, si quieren subsistir. Es fundamental... Y es perfectamente posible.
Como quiera que las elecciones estaban en marcha, ya preveíamos una parada en las emisiones de El Camarote 58. También contemplábamos la posibilidad de que, al final de la corrida, resultase mejor lo malo conocido que lo supuestamente bueno y por conocer.
Y así fue.
En Alboraya, sede «oficial» de El Camarote 58, se pasó del monolito oprimente al mejunje deprimente, y en Almácera se sustituyó lo voluntarioso por lo curioso.
Además, para completar el panorama, un servidor tenía cosas que hacer -no me malinterpreten ustedes, me refiero a proyectos personales de los que muy pronto les hablaré- y, para que les voy a engañar, estábamos un poco cansados de las imposiciones relativas al ritmo del programa; que nos condicionaban la semana entera.
Tocaba descansar y eso hicimos.
La idea, al menos por mi parte, era retomar El Camarote 58 después del verano, contando con Daqui y Eduardo, por supuesto; pero dejando a un lado las inconsistencias públicas. Dicho en otras palabras: nada de ayuntamientos por medio. El esfuerzo recaerá sobre nuestros hombros y nosotros marcaremos el ritmo. Porque a nosotros sí nos importa lo que hacemos. Porque nosotros sí valoramos la cultura, el contacto con nuestros oyentes y, además, amigos.
De modo que aquí estamos de nuevo.
Tercera temporada de El Camarote 58.
A nuestro aire. Grabando en nuestros propios estudios y con nuevas ideas, nuevas perspectivas... Con dimensiones añadidas, más frescura y más salero si cabe -me reconocerán ustedes que eso nunca nos ha faltado-, e incluso la pretensión de que algunos de los programas no sean «simples» emisiones sonoras, sino modestos pero resultones programas de televisión.
Vamos a darle bríos a eso que los americanos llaman «podcast», y que nosotros preferimos llamar «programas grabados». Al pan, pan...
En fin, dicho está.
Empezamos en breve, sin frecuencias radiofónicas, cantinelas políticas ni demás pamplinas.
No sé si estas líneas sirven como disculpa, ni siquiera sé si, como decía al principio, sirven o proceden las disculpas; pero no me cabe la menor duda de que servirán para retomar el contacto y preparar el terreno para la nueva temporada.
Así pues, como decíamos ayer...
El Camarote 58
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