-
Acaba uno por estar hasta las mismísimas narices de tantas cosas...
Y me refiero en el mundo -mundillo- de la literatura de ficción española; dejemos por el momento el panorama nacional e internacional, que ya está bastante sacudido y enmarañado.
Que el asunto de publicar, tanto para los autores noveles como para los más fogueados, no está para echar las campanas al vuelo, es cosa bien sabida. La de noveles que hay por ahí aventando sus obras como Dios les da a entender antes de que caduquen, y la de «veteranos» con inéditas bajo el brazo, convencidos ya de que de esto ni se puede ni se debe pretender vivir.
Un panorama como el presente es terreno abonado para los desencuentros y los encontronazos. Los editores anticipando las angustias del futuro, los autores luchando contra viento y marea para mantener la llama encendida y los lectores contando las monedas del fondo de la faltriquera, para ver como satisfacer las necesidades del alma sin perecer en el intento.
En el marco de este cuadro y por poner un ejemplo, hay editores que optan por moverse entre su potencial clientela, considerándolos parte de sí mismos, siendo parte del ese todo orgánico y espiritual que es el género de ficción -género entre los géneros-, haciéndose cargo del peso y el poso de creatividad y necesidades que están en el fondo de este complicado retrato de familia.
En algunos casos incluso, yendo un paso más allá y utilizando un cedazo más fino, hay editores que nunca han dejado de ser parte de este mundillo palpitante, inquieto, gruñón pero simpático, que conforman los escritores-lectores de fantasía y ciencia-ficción.
Este último tipo de «editor», es una persona motivada por las mismas necesidades que la gente que le envía originales o compra sus libros porque, en realidad, no es más que uno de ellos -de nosotros- arremangado, con el pico y la pala en ristre, bregando con todo lo que quienes hemos optado por la pluma o el pincel consideramos odioso.
Este es el caso de Raúl Gonzálvez el editor-amigo, amigo-editor de Grupo AJEC.
El tío -espero que entendáis este familiar arranque de párrafo- es directamente responsable de una larguísima ristra de ediciones de autores españoles, que prolonga más y más cada mes, abriendo modesta pero cachazudamente las puertas de las librerías a gente que, aún teniendo mucho que contar, hubiesen podido quedarse a mitad de camino de ninguna parte.
Ahora, Raúl Gonzálvez, en uno de esos giros narigudos que mentaba al comienzo de estas líneas, puede quedarse en la cuneta porque quienes nada tienen que ver con los que creamos ni con los que consumimos, han decidido ponerle las cosas difíciles. El parásito con elefantiasis y aparentemente necesario, ha decidido comerse al huésped. La cosa sería jocosa de no ser tan sórdida: una vez más queda demostrado que los vividores de la cultura pueden acabar con quienes necesitamos la cultura para vivir.
Y ahí está Raúl, pidiendo nuestro apoyo y comprensión desde el escaparate virtual del Grupo AJEC, compartiendo su zozobra -que internamente definirá de un modo menos comedido- y preguntándonos si podemos arrimar el hombro para evitar que esa rémora del tamaño de un cachalote, que convierte cada nuevo libro en una inversión, se lleve por delante más de doce años de trabajo, desde que construyeron el primer melocotón mecánico.
Quiero pensar que nadie -es el caso de quienes hacemos El Camarote 58- tiene la menor duda de como proceder al respecto. Raúl lo explica en su nota. Pinchad en el enlace.
http://www.grupoajec.es/index.php
No obstante, no quisiera acabar esta nota sin hacer a Rául, como amigo, una llamada de atención: Raúl, cúbrete las espaldas y, sabiendo con quienes te la juegas, busca alternativas viables, que haberlas haylas.
En el fondo, todo esto de las letras es demasiado importante para dejarlo en manos de mercenarios, y el tiempo -mucho antes de lo que ni siquiera ellos, los mercenarios, piensan- me va a dar la razón.
...